When Weekends Turn Into Worlds: The Magic of Polo Escapes

Cuando los fines de semana se convierten en mundos: la magia de las escapadas de polo

Hay fines de semana que se pasan volando. Y luego están los fines de semana de polo: en Chantilly, Sotogrande, Wellington... ¡donde sea! Se sienten más completos, más largos, como si te adentraras en un mundo diferente por un rato.

Al llegar por la mañana, ya se percibe. La hierba aún está húmeda, el campo tranquilo, pero de fondo se oye el sonido de cascos, el resoplido de un caballo, el tintineo de un freno al abrocharse. Los ponis están alerta, algunos inquietos, otros tranquilos, todos parecen saber exactamente lo que se avecina.

Luego está la gente. A algunos los ves casi todas las semanas, a otros solo de vez en cuando, pero siempre es lo mismo: una risa, un apretón de manos rápido, un abrazo, y volvemos a estar juntos. En el campo, todos lo dan todo y a veces se esfuerzan al máximo. Fuera del campo, son historias, ayuda, chistes y la agradable sensación de pertenencia.

Los caballos son la clave del éxito. Cada uno con un carácter diferente: la yegua impetuosa que anhela correr, el caballo castrado que mantiene la calma pase lo que pase. No son solo parte del equipo, son el equipo. Confías en ellos, dependes de ellos y, a menudo, sientes que te conocen mejor que tú mismo.

Entre partidos, el lugar cobra vida. Jinetes comentando el último gol, alguien rebuscando un guante perdido, niños corriendo entre las sillas de montar y los boxes de aseo. Es ruidoso y caótico, pero en el mejor sentido: el tipo de ruido que te dice que algo real está sucediendo aquí.

Y entonces, cuando suena el silbato, todo se reduce al campo. El sonido de los cascos golpeando el suelo, el grito de un compañero, la adrenalina cuando el balón rueda justo a su alcance. Desde fuera, parece descontrolado, quizás incluso desordenado. Pero cuando estás dentro, sientes el orden: el ritmo con tu caballo, el instinto de dónde montar, la confianza que hace fluir el caos.

Al final del día, el sol está bajo, los caballos están de vuelta en los remolques masticando heno, y la gente se sienta cansada, polvorienta, pero sonriente. Miras a tu alrededor, oyes las risas, sientes esa mezcla de cansancio y alegría, y sabes que por eso regresas.

Un fin de semana de polo no se trata solo de goles o trofeos. Se trata de la gente, los caballos, los momentos compartidos. E incluso cuando llega el lunes, algo de ello permanece contigo.

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